Cannabis sativa, el cáñamo, es una planta en auge, tanto por su uso en diferentes ámbitos como por su controversia en los últimos años. La causa del debate son sus productos derivados, los cannabinoides y en particular el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD).
El THC es bien conocido por sus propiedades psicoactivas, que hacen del cannabis una droga ilegal en la mayoría de los países, por otro lado, el CBD está siendo estudiado actualmente por sus efectos calmantes y antiinflamatorios, haciéndolo un producto interesante en el mercado actual.
La situación legal del cáñamo difiere dentro de los países de la Unión Europea, provocando una clara falta de armonización y dificultando la libre comercialización, por ejemplo:
– En España, la venta de las semillas está autorizada, pero los extractos de la planta o partes como la hoja o el tallo no se permiten.
– Francia dictamina que todos los productos a base de cannabidiol deben probar que no contienen restos de THC para ser aprobados.
– Italia presenta una normativa similar, donde acepta la semilla y el aceite de la semilla pero con un contenido en THC <0,2% demostrable.
A su vez, a nivel europeo el cáñamo y algunos de sus productos derivados se aceptan (semilla, harina y aceite de la semilla), mientras el THC no supere el 0,2%. Pero los extractos de la planta y los cannabinoides se consideran novel foods no autorizados, por no existir historial de uso antes del 1997 y no se permite aplicar el principio de reconocimiento mutuo para justificar su comercialización.
La EFSA (la mayor autoridad de seguridad alimentaria europea) está evaluando una solicitud de uso del CBD a dosis de 130 mg/día en complementos alimenticios, que en caso de ser positiva implicaría un acto de ejecución por parte de Comisión Europea, ya que la EFSA no tiene capacidad legislativa, solo da opiniones favorables o desfavorables respecto a un tema.
Seguiremos la cuestión con detenimiento, puesto que su aceptación podría suponer un cambio en el sector tal y como lo conocemos.